Cuando hablamos de la Divina felicidad es común
decir que Dios es infinitamente feliz en el disfrute de Sí mismo, en la
contemplación perfecta y en amor infinito, y en el regocijo de Su propia
esencia y perfección. De acuerdo a esto, debe suponerse que Dios perpetua y
eternamente tiene la más perfecta idea de Sí mismo, como si fuera una imagen y
una representación de Si mismo siempre enfrente a Si mismo y en real visión y
de esto, en consecuencia, emana el más puro y perfecto acto o energía de la
deidad (naturaleza divina), deidad que es amor divino, complacencia y gozo. El
conocimiento o vista que Dios tiene de Sí mismo debe ser concebido
necesariamente como algo distinto de Su mera y directa existencia. Debe existir
algo que devuelva nuestra reflexión. La reflexión, como nosotros reflejamos
nuestras propias mentes, porta algo de imperfección en ella. Sin embargo, si
Dios se contempla a Sí mismo de forma tal que tiene complacencia y gozo en Sí
mismo, el reflejo es Su propio objeto. Debería existir una dualidad: está Dios
y la idea de Dios, si es apropiado denominar como una idea lo que es puramente
espiritual.
Si un hombre pudiera tener una idea absolutamente
perfecta de todo lo que sucede en su mente, y todas esa serie de ideas y
ejercicios fueran perfectas en lo que refiere a orden, grado, circunstancia y
para cada lapso particular del tiempo pasado (suponga la hora recién pasada),
para este hombre todos los intentos y propósitos serían los que fueron en esa
última hora. Si fuera posible para un hombre la reverberación perfecta para
contemplar todo lo que está en su propia mente en una hora dada, verse como es
y al mismo tiempo estar allí en su primera y directa existencia; y si un
hombre, que es, tuviera un reflejo perfecto o idea contemplativa de cada
pensamiento en el mismo momento en que ese pensamiento se produce y de cada
maniobra que es en y durante ese mismo tiempo en que ésta se desarrolla, y así
durante la hora completa, este hombre sería realmente dos durante ese tiempo;
sería en realidad doble. Sería dos veces en una. La idea que tiene de sí mismo
sería él mismo nuevamente.
Note que con tener un reflejo o idea
contemplativa de lo que sucede en nuestras mentes, no sólo me refiero a la
conciencia. Hay una gran diferencia entre un hombre teniendo una visión de sí
mismo, reflejo o idea contemplativa de sí mismo, como para deleitarse de su
propia belleza o excelencia, y la mera conciencia. O si nos referimos a la
conciencia a lo que está en nuestra propia mente, cualquier cosa más que la
simple y mera existencia en nuestras mentes de lo que allí existe, eso no sería
nada más que el poder de la reverberación que nos permite ver o contemplar lo
que sucede.