Cuando hablamos de la Divina felicidad es común
decir que Dios es infinitamente feliz en el disfrute de Sí mismo, en la
contemplación perfecta y en amor infinito, y en el regocijo de Su propia
esencia y perfección. De acuerdo a esto, debe suponerse que Dios perpetua y
eternamente tiene la más perfecta idea de Sí mismo, como si fuera una imagen y
una representación de Si mismo siempre enfrente a Si mismo y en real visión y
de esto, en consecuencia, emana el más puro y perfecto acto o energía de la
deidad (naturaleza divina), deidad que es amor divino, complacencia y gozo. El
conocimiento o vista que Dios tiene de Sí mismo debe ser concebido
necesariamente como algo distinto de Su mera y directa existencia. Debe existir
algo que devuelva nuestra reflexión. La reflexión, como nosotros reflejamos
nuestras propias mentes, porta algo de imperfección en ella. Sin embargo, si
Dios se contempla a Sí mismo de forma tal que tiene complacencia y gozo en Sí
mismo, el reflejo es Su propio objeto. Debería existir una dualidad: está Dios
y la idea de Dios, si es apropiado denominar como una idea lo que es puramente
espiritual.
Si un hombre pudiera tener una idea absolutamente
perfecta de todo lo que sucede en su mente, y todas esa serie de ideas y
ejercicios fueran perfectas en lo que refiere a orden, grado, circunstancia y
para cada lapso particular del tiempo pasado (suponga la hora recién pasada),
para este hombre todos los intentos y propósitos serían los que fueron en esa
última hora. Si fuera posible para un hombre la reverberación perfecta para
contemplar todo lo que está en su propia mente en una hora dada, verse como es
y al mismo tiempo estar allí en su primera y directa existencia; y si un
hombre, que es, tuviera un reflejo perfecto o idea contemplativa de cada
pensamiento en el mismo momento en que ese pensamiento se produce y de cada
maniobra que es en y durante ese mismo tiempo en que ésta se desarrolla, y así
durante la hora completa, este hombre sería realmente dos durante ese tiempo;
sería en realidad doble. Sería dos veces en una. La idea que tiene de sí mismo
sería él mismo nuevamente.
Note que con tener un reflejo o idea
contemplativa de lo que sucede en nuestras mentes, no sólo me refiero a la
conciencia. Hay una gran diferencia entre un hombre teniendo una visión de sí
mismo, reflejo o idea contemplativa de sí mismo, como para deleitarse de su
propia belleza o excelencia, y la mera conciencia. O si nos referimos a la
conciencia a lo que está en nuestra propia mente, cualquier cosa más que la
simple y mera existencia en nuestras mentes de lo que allí existe, eso no sería
nada más que el poder de la reverberación que nos permite ver o contemplar lo
que sucede.
Por lo tanto, como Dios, con perfecta nitidez,
plenitud y fortaleza, se entiende a Sí mismo, observa su propia esencia (en la
cual no existe distinción entre materia y acción, sino que es completamente
materia y completamente acción), esa idea que Dios tiene de Sí mismo es
absolutamente Sí mismo. Esta representación de la naturaleza y esencia divina
son la naturaleza y esencia divina mismas. Es, con certeza, que de este modo el
pensamiento de Dios sobre su Deidad debe ser generado. Aquí hay otra persona
única, hay otra Potestad Eterna e Infinita y santísima y el mismo Dios, la
mismísima naturaleza Divina.
Y esta Persona es la segunda persona de la Trinidad, el Unigénito y Amado Hijo de Dios. Él es la idea eterna, necesaria, perfecta, trascendental y personal que Dios tiene de Sí mismo.
Y esta Persona es la segunda persona de la Trinidad, el Unigénito y Amado Hijo de Dios. Él es la idea eterna, necesaria, perfecta, trascendental y personal que Dios tiene de Sí mismo.
Nada puede concordar más con los registros que
nos entregan las Escrituras sobre el Hijo de Dios, Su ser en la forma de Dios y
Su expresa y perfecta imagen y representación (2Cor 4:4) “para que no les
resplandezca la luz del evangelio glorioso de Cristo, quien es la imagen de
Dios” (Fil 2:6 “El cual siendo en forma de Dios”. Col 1:15 “Él es la imagen del
Dios invisible”. Heb. 1:3, “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la
imagen misma de Su persona”).
A Cristo se le llama la cara de Dios (Exo 33:14)2: la palabra (A. V. presencia) en el original
significa cara, parecer, forma o apariencia. Ahora qué puede ser denominado tan
apropiada y adecuadamente de esta forma con respecto a Dios sino la propia y
perfecta idea que Dios tiene de Sí mismo, por medio de la cual Él tiene en cada
preciso momento una visión de Su propia esencia. Esta idea es ese “rostro de
Dios” que Dios ve de Sí mismo, como el hombre que ve su propia cara en el
espejo. Esa es la forma o apariencia dondequiera que Dios eternamente se aparece
a Sí mismo. La raíz de la palabra original viene del significado de cuidar y
observar. Ahora ¿qué es lo que Dios cuida u observa de manera tan suprema como
lo hace con Su propia idea o esa perfecta imagen de Sí mismo, y que tiene ante
Su vista? Esto es lo que está eminentemente en la presencia de Dios y es
llamado el ángel de la presencia de Dios o rostro (Isa 63:9)3 . Es un asunto que está expresamente revelado en la
Palabra de Dios, que el Hijo de Dios sea la perfecta y eterna idea de Dios
mismo. En Ella, en primer lugar, Cristo es llamado “la sabiduría de Dios”. Si
se nos enseña en la Escritura que Cristo es Uno con la sabiduría o conocimiento
de Dios, entonces eso quiere decirnos que Él es igual que la idea eterna y
perfecta de Dios. Ellos son lo mismo como lo hemos ya observado y, supongo,
nadie negará. Cristo es llamado la sabiduría de Dios (1Cor 1:24 4, Luc 11:49 5,
comparado con Mat 23.34 6) y cuánto Cristo, en
Proverbios, nos habla bajo el nombre de Sabiduría, especialmente en el octavo
capítulo.
La Deidad siendo de este modo unigénita por la
idea de Dios amándose a Sí mismo y desplegado en una materia o persona distinta
en esa idea. De ahí procede el más puro acto, una energía infinita y santa que
nace entre el Padre y el Hijo, en un amor y deleite mutuos del uno por otro,
porque su amor y gozo son mutuos (Prov. 8:30 7)
“Yo era Su delicia diariamente, deleitándome siempre ante El”. Este es el
eterno y más perfecto y esencial acto de la Divina naturaleza, en que la Deidad
actúa a un grado infinito y en la más perfecta forma posible. La Deidad se
vuelve todo acto. La mismísima esencia Divina fluye y es como si fuera
inspirada en amor y gozo. Es así que la Deidad permanece en lo sucesivo y en
otra forma de existencia. Y desde allí procede la tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo. A saber, la Deidad en acción, porque no existe
otra acción que la acción de la voluntad.
Podemos aprender por la Palabra de Dios que la
Deidad o Divina naturaleza y esencia subsiste en amor (1 Jn 4:8) “El que no
ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Y en ese contexto, pienso, es
claramente cercano a nosotros, que el Espíritu Santo es ese Amor, como se
indica en los versículos 12 y 13: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece
en nosotros”… “porque Él nos ha dado Su Espíritu”. Es el mismo argumento en
ambos versículos. En el versículo 12, el apóstol argumenta que si tenemos amor
en nosotros, tenemos a Dios en nosotros, y en el versículo 13, enfatiza la
fuerza del argumento diciendo que ese amor es el Espíritu de Dios. Viendo que
tenemos el Espíritu de Dios en nosotros, tenemos a Dios en (nosotros),
suponiendo esto como una cosa garantizada y permitida que el Espíritu de Dios
es Dios. Esto también es evidente cuando dice que Dios habitando en nosotros, y
Su amor y el amor que Él ha manifestado para ser en nosotros, son una misma
cosa. Lo mismo se expresa, de igual forma, en el último versículo del capítulo
mencionado. En los versículos precedentes, el apóstol está hablando del amor
como una señal segura de nuestra sinceridad y de nuestra aceptación de Dios,
comenzando con el versículo 18, y de esta forma redondea el argumento en el
último versículo. De este modo, nosotros sabemos que Él habita en nosotros por
el Espíritu que nos ha dado.
En muchos lugares, la Escritura parece hablar del
amor en los cristianos como si fuera lo mismo que el Espíritu de Dios en ellos,
o al menos como el supremo y más natural aliento y acto del Espíritu en el alma
(Fil 2:1-2) “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo
de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna
misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor,
unánimes, sintiendo una misma cosa”. (2 Cor 6:6) “En bondad, en el Espíritu
Santo, en amor sincero”. (Rom. 15:30) Pero os ruego, hermanos, por nuestro
Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu”. (Col 1:8) “quien también nos ha
declarado vuestro amor en el Espíritu.” (Rom. 5:5) “porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
(Gal 5:13-16) “No uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos
por amor los unos a los otros. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros,
tomad cuidado que no os consumáis unos a otros. Esto digo pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” El apóstol argumenta que la
libertad del cristiano no es camino para dejarse llevar por los deseos de la
carne, en morderse y devorarse unos a otros o lo similar, porque el principio
de amor que estaba en el cumplimiento de la ley lo evitaría. Y en el versículo
16, asevera la misma cosa en otras palabras: “Esto digo entonces, caminad en el
Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne”.
El tercer y último oficio del Espíritu Santo es
confortar y deleitar las almas del pueblo de Dios. Es así que uno de Sus
nombres es el Consolador. De ese modo tenemos la frase “Gozo en el Espíritu
Santo” (1 Tes 1:6) “Habiendo recibido la Palabra con mucha aflicción con el
gozo del Espíritu santo”. (Rom 14:7) “El reino de Dios es… justicia, y paz, y
gozo en el Espíritu Santo”. (Hech 9:31) “Caminando en el temor de Dios y en el
consuelo del Espíritu Santo”. Cuán bien concuerda esto con el Espíritu de Dios
siendo el gozo de Dios y su deleite. (Hech 13:52) “Y los discípulos estaban
llenos de gozo y con el Espíritu Santo” – dándose a entender, como yo supongo,
que ellos están llenos de gozo espiritual.
Esto es confirmado por el símbolo del Espíritu
Santo, a saber, una paloma, que es el emblema del amor o de un amante. Así es
usado en las Escrituras, y en forma especialmente frecuente en los Cantares de
Salomón (1:15) “Mira que eres justo, mi amor, mira que eres justo, tienes ojos
de paloma”, Ejemplo “Ojos de amor”, y luego en 4:1, las mismas palabras, y
luego en 5:12. Sus ojos son como los ojos de las palomas” y en 5:2 “Mi amor, mi
paloma”, y en 2:14 y luego 6:9. Esto, creo yo, es la razón de que la paloma
entre todos los pájaros (excepto el gorrión en un caso de único de lepra) fue
designada para ser ofrecida en sacrificio debido a su inocencia y porque es el
emblema de amor, amor siendo el más aceptable sacrificio a Dios. Fue bajo esta
similitud que el Espíritu Santo descendió del Padre sobre Cristo en su
bautismo, significando el infinito amor del Padre por el Hijo, quien es el
verdadero David, o amado, como dijimos anteriormente.
El mismo significado tuvo lo que el ojo vio con
la aparición del Espíritu Santo cuando descendió del Padre al Hijo en la forma
de una paloma. El mismo significado tuvo la voz en esa ocasión que dijo “Este
es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”.
Que el amor de Dios o Su amorosa bondad es la
misma del Espíritu Santo parece ser claro en Sal 36: 7-9 “Que excelente (o qué
preciosa como es en Hebreo) es tu amorosa bondad oh Dios, por lo tanto los
hijos de los hombres pusieron su confianza bajo la sombra de Tus alas, serán
abundantemente satisfechos (en hebreo, “regados”) con la gordura de Tu casa y
Tú los harás beber del río de Tus placeres, porque Contigo es la fuente de vida
y en Tu luz veremos la luz”.
Sin duda que la preciosa y amorosa bondad y la
gordura de la casa de Dios y el río de Sus placeres y el agua de la fuente de
vida y la luz de Dios de la que hablamos, son la misma cosa. Por ella
aprendemos que el santo aceite consagrado, que era guardado en la Casa de Dios
y que es un tipo del Espíritu Santo, representaba el amor de Dios; y que el Río
de Agua viva mencionado en el capítulo 22 del Apocalipsis, que procede del
trono de Dios y del Cordero, y que es también la misma visión de Ezequiel de
las aguas vivas y dadoras de vida, es aquí , en el Salmo 36, llamada “Fuente de
Vida y río de los placeres de Dios”. Todo se refiere a la amorosa bondad de
Dios.
Es Cristo mismo quien expresamente nos enseña que
las fuentes espirituales y los ríos de agua de vida son el Espíritu Santo (Jn
4:14 8; 7:38,39 9).
Que por el río de los placeres de Dios se entiende la misma cosa que expresa el
río puro de agua de vida que se menciona en Apo 22:1. Se confirma más aún si lo
comparamos con esos versículos del Apocalipsis 21:23-24 10, 22:1-5 11. Pienso que si
nosotros comparamos estos versículos y los sopesamos no podemos dudar de que se
trata de la misma felicidad que se manifiesta en el Salmo del que se habla
allí.
Es así que esto concuerda bien con las similitudes
y metáforas que se utilizan para el Espíritu Santo en las Escrituras, tales
como agua, fuego, aliento, viento, aceite, vino, riachuelo, un río, un ser
derramado o que se derrama y un ser que se inspira. Puede pensarse en alguna
cosa espiritual o algo perteneciente a un ser espiritual en que tal clase de
metáforas lo/la representen tan naturalmente, como lo es en lo relativo un
Espíritu. El afecto, amor o gozo puede decirse que fluyen como agua o ser
inspirados como aliento o viento. (No) sonaría tan bien decir que una idea o
juicio fluya o sea inspirado.
No es diferente decir que el afecto es cálido o comparar el amor con fuego. Sin embargo no parecería natural decir lo mismo de la percepción o la razón. En tanto parece natural decir que el alma se vacía en afecto o que el amor o el placer se derraman ampliamente. (Rom. 5:5 12) “El amor de Dios es derramado en nuestros corazones”. Esta afirmación encaja sólo con algo perteneciente a un ser espiritual.
No es diferente decir que el afecto es cálido o comparar el amor con fuego. Sin embargo no parecería natural decir lo mismo de la percepción o la razón. En tanto parece natural decir que el alma se vacía en afecto o que el amor o el placer se derraman ampliamente. (Rom. 5:5 12) “El amor de Dios es derramado en nuestros corazones”. Esta afirmación encaja sólo con algo perteneciente a un ser espiritual.
Este es ese “río de agua de vida” al que se
refiere el capítulo 22 del Apocalipsis. Río de agua de vida que procede del
trono del Padre y del Hijo puesto que los ríos de agua viva o aguas de vida son
el Espíritu Santo. A lo mismo se refiere la propia interpretación del apóstol,
en Jn 7:38-39: “el Espíritu Santo siendo la delicia infinita y el placer de
Dios”. El río es llamado el río de los placeres de Dios (Sal 36:8 13) y no el río de Dios de los placeres, lo que
supongo significa lo mismo que la grosura de la Casa de Dios, con los que
aquellos que confían en Dios serán bañados. Y por grosura de la Casa de Dios,
supongo, se quiere decir la misma cosa que el aceite tipifica.
Es una confirmación que el Espíritu Santo es el
amor y delicia de Dios porque la santa comunión con Dios consiste en tomar
parte con el Espíritu Santo. La comunión de los santos tiene dos fines “Es la
comunión con Dios y la comunión los unos con los otros (1 Jn 1:3)”. “Que
ustedes tengan comunión con nosotros, y nuestra comunión verdaderamente es con
el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. La comunión es la participación con el
bien, ya sea excelencia o felicidad, de forma tal que cuando se dice que los
santos tienen comunión o camaradería con el Padre y con el Hijo, su significado
es que ellos participan con el Padre y el Hijo de su bondad, que es su
excelencia y su gloria (1 Ped 1:4. “Ustedes son partícipes de la naturaleza
divina”, Heb. 12:10 “Que podamos ser partícipes de Su santidad”, Jn 17:22,23 “Y
la Gloria que Tú me has dado, Yo les daré a ellos; que ellos sean uno, así como
nosotros somos uno, Yo estoy en ellos y Tú en Mí”; o de su gozo y felicidad (Jn
17:13) “Que tengan en ustedes, Mi gozo pleno”.
El Espíritu Santo siendo el amor y gozo de Dios
es Su hermosura y felicidad, y es en nuestra participación con el mismo
Espíritu Santo en que nuestra comunión con Dios reside (2 Cor 13:14) “La gracia
del Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo, esté
en todos ustedes. Amén”. No son diferentes sino los mismos beneficios que el
apóstol deseó, es decir, el Espíritu Santo. En comunión con el Espíritu Santo,
poseemos y disfrutamos del amor y la gracia del Padre y del Hijo, ya que el
Espíritu Santo es ese amor y gracia y, por lo tanto, supongo, que es eso lo
mencionado en el versículo antes referido (1 Jn 1:3). Se nos dice que tenemos
hermandad con el Hijo y no con el Espíritu Santo porque allí reside nuestra
comunión con el Padre y el Hijo, al compartir con ellos el Espíritu Santo.
En esto también consiste, eminentemente, nuestra
comunión con el Hijo, que bebamos del mismo espíritu. Esta es la excelencia
común y gozo y felicidad en la cual todos están unidos, Este es el vínculo de
perfección por el cual Ellos son uno en el Padre, el Hijo, así como el Padre,
en el Hijo.
No puedo pensar en ningún otro buen registro que
aquel del apóstol Pablo, en el comienzo de su epístola, deseando gracia y paz
de Dios el Padre y del Señor Jesucristo, sin nunca mencionar al Espíritu Santo.
Esto se repite en los saludos de sus trece epístolas – a no ser que (por
ejemplo… excepto) el Espíritu Santo sea el mismo amor y gracia de Dios el Padre
y el Señor Jesucristo. En su bendición al final de su segunda carta a los
Corintos, donde menciona a las tres Personas y desea gracia y amor del Hijo y
el Padre (salvo que) en la comunión o en la participación del Espíritu Santo,
la bendición proviene del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. La bendición
del Espíritu Santo es Él mismo, la comunicación de Él mismo. Cristo promete que
Él y el Padre amarán a los creyentes (Jn 14:21,23 14)
pero no hace ninguna mención al Espíritu Santo. El amor de Cristo y el amor del
Padre, en forma muy frecuente, son mencionados inequívocamente, pero nunca se
hace mención alguna al amor del Espíritu Santo.
(Yo supongo que esta es la razón del por qué no
tenemos ningún registro del amor del Espíritu Santo, tampoco del amor del Padre
o del Hijo, o del amor del Hijo o del Padre por el Espíritu Santo, o del amor
del Espíritu Santo a los santos. Aunque estas cosas sean tan a menudo
predicadas sobre las dos Personas de la Trinidad).
Y esa supongo es la bendita Trinidad que se nos muestra en las Santas Escrituras. El Padre es la deidad subsistiendo en una suprema, no creada y más absoluta forma, o la Deidad en su directa existencia. El Hijo es la Deidad generada por el conocimiento de Dios o la idea de Sí mismo y subsistiendo en esa idea. El Espíritu Santo es la Deidad subsistiendo en los actos, o la Divina esencia fluyendo o inspirándose en el infinito amor de Dios y deleite en Sí mismo. Yo creo que la esencia divina completa subsiste verdadera e inequívocamente en ambos, en la idea divina y en el amor divino y que cada una de ellas son personas propiamente distintas.
Y esa supongo es la bendita Trinidad que se nos muestra en las Santas Escrituras. El Padre es la deidad subsistiendo en una suprema, no creada y más absoluta forma, o la Deidad en su directa existencia. El Hijo es la Deidad generada por el conocimiento de Dios o la idea de Sí mismo y subsistiendo en esa idea. El Espíritu Santo es la Deidad subsistiendo en los actos, o la Divina esencia fluyendo o inspirándose en el infinito amor de Dios y deleite en Sí mismo. Yo creo que la esencia divina completa subsiste verdadera e inequívocamente en ambos, en la idea divina y en el amor divino y que cada una de ellas son personas propiamente distintas.
Entre los teólogos, es una máxima decir que todo
lo que está en Dios es Dios, lo cual debe entenderse como atributos reales y no
como meras modalidades. Si un hombre dijera que la inmutabilidad de Dios es
Dios, o que la omnipresencia de Dios y autoridad de Dios es Dios, yo no sería
capaz de pensar en algún significado racional de lo que esa persona está
diciendo. Apenas me parece apropiado decir que el Ser de Dios sin cambio es
Dios o que el ser de Dios estando en todas partes, es Dios o que Dios
ejerciendo el derecho de gobernar justamente a sus criaturas, es Dios.
No obstante si queremos decir que los atributos reales de Dios, es decir, su entendimiento y amor son Dios, entonces lo que hemos dicho podría, en alguna medida explicar cómo que es así, porque la deidad subsiste en ellos distintivamente, así que son Personas Divinas distintas.
No obstante si queremos decir que los atributos reales de Dios, es decir, su entendimiento y amor son Dios, entonces lo que hemos dicho podría, en alguna medida explicar cómo que es así, porque la deidad subsiste en ellos distintivamente, así que son Personas Divinas distintas.
Una de las principales objeciones que puedo
pensar en contra de lo que ha sido supuesto es concerniente a la Personalidad
del Espíritu Santo: este esquema de cosas no parece ser lo suficientemente
consistente con el hecho de que una persona es aquella que tiene entendimiento
y voluntad. Si los Tres en la Divinidad son Personas, sin duda, cada una de
ellas, tiene entendimiento, pero esto hace posible entender a una persona dada
y amar a otra. ¿Cómo, entonces, puede este amor tener entendimiento? (Aquí,
observaría que los teólogos no han estado acostumbrados a suponer que estas
personas tienen tres formas distintivas de entendimiento, sino más bien uno y
un mismo entendimiento).
Para aclarar este tema consideremos que el Oficio
completo de la Divinidad -se supone –subsiste verdadera y apropiadamente en
cada uno de ellos tres. Concretamente, Dios y Su entendimiento y Su amor, y que
existe una unión tan maravillosa entre ellos, que son -de una inefable e
inconcebible manera- Uno en el Otro; de forma tal que Uno tiene al Otro y que
ellos tienen comunión el Uno en el Otro y son como fueron predicados Uno del
Otro. Como Cristo dijo de Sí mismo y del Padre “Estoy en el Padre y el Padre en
Mí”. En lo relativo a todas las Personas de la Trinidad, en consecuencia,
podría decirse que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, el Espíritu
Santo está en el Padre, y el Padre en el Espíritu Santo, el Espíritu Santo está
en el Hijo y el Hijo en Espíritu Santo; y que el Padre entiende porque el Hijo,
que es el entendimiento Divino está en Él. El padre ama a causa del Espíritu
Santo que mora en Él y así el Hijo ama porque el Espíritu Santo está en Él y
procede de Él. De esa forma el Espíritu Santo o la Divina esencia subsistiendo
es Divina y entiende porque el Hijo de la Idea Divina está en Él.
Del entendimiento de este amor pueden hacerse sermones porque es el amor del conocimiento, ambos objetiva y subjetivamente. Dios ama el conocimiento y ese conocimiento también se derrama en amor, de forma tal que el conocimiento Divino está en la Deidad que subsiste en amor. No es un amor ciego. Hasta en las criaturas existe una conciencia, enraizada en la naturaleza misma de la voluntad o acto del alma, y aunque quizá no tanto que pueda decirse tan apropiadamente que esta es una visión o una poco exigente voluntad. Sin embargo, puede ser verdadera y apropiadamente dicho así de Dios, porque su manera de actuar es infinitamente más perfecta, de forma que la esencia Divina completa fluye y subsiste en este acto. Y el Hijo que está en el Espíritu Santo aunque no procede de El por razón (de hecho) que el entendimiento debe ser considerado como anterior en el orden de la naturaleza, a la voluntad o al amor o al actuar, tanto en las criaturas como en el Creador. El conocimiento es así en el Espíritu, y el Espíritu puede ser conocido debido a que el Espíritu de Dios es verdadera y perfectamente conocible, para buscar todas las cosas, aun las más profundas de Dios.
Del entendimiento de este amor pueden hacerse sermones porque es el amor del conocimiento, ambos objetiva y subjetivamente. Dios ama el conocimiento y ese conocimiento también se derrama en amor, de forma tal que el conocimiento Divino está en la Deidad que subsiste en amor. No es un amor ciego. Hasta en las criaturas existe una conciencia, enraizada en la naturaleza misma de la voluntad o acto del alma, y aunque quizá no tanto que pueda decirse tan apropiadamente que esta es una visión o una poco exigente voluntad. Sin embargo, puede ser verdadera y apropiadamente dicho así de Dios, porque su manera de actuar es infinitamente más perfecta, de forma que la esencia Divina completa fluye y subsiste en este acto. Y el Hijo que está en el Espíritu Santo aunque no procede de El por razón (de hecho) que el entendimiento debe ser considerado como anterior en el orden de la naturaleza, a la voluntad o al amor o al actuar, tanto en las criaturas como en el Creador. El conocimiento es así en el Espíritu, y el Espíritu puede ser conocido debido a que el Espíritu de Dios es verdadera y perfectamente conocible, para buscar todas las cosas, aun las más profundas de Dios.
(Los Tres son Personas porque tienen
entendimiento y voluntad. Hay entendimiento y voluntad en el Padre, y debido a
que Hijo y en el Espíritu Santo provienen de Él; hay entendimiento y voluntad
en el Hijo, y como Él es entendimiento, y como el Espíritu Santo que está en El
y procede de Él, existe también entendimiento y voluntad en el Espíritu Santo.
Este es la Divina voluntad puesto que el Hijo está en El.
No debe tenerse por extraño o irracional que se
hable de la Trinidad como un ser que tiene conocimiento o amor por las otras
personas que subsisten en ella, porque los fundamentos que tenemos en las
Escrituras nos ayudan a concluir así respecto del Padre en su sabiduría y
conocimiento o razón que es por el Hijo siendo en Él. Somos informados que Él
es la sabiduría y razón y verdad de Dios, y que Dios es sabio en Su propia
sabiduría siendo en Sí mismo. Conocimiento y sabiduría están en el Padre como
en el Hijo, están en Él y provienen de Él. Conocimiento hay en el Espíritu
Santo porque el Hijo está en Él; no proviene de Él pero fluyen por Él.
No pretendo explicar completamente cómo son estas
cosas y soy sensible al ciento de otras objeciones que puedan establecerse.
Dudas y preguntas que no puedo resolver. Estoy lejos de pretender explicar la
Trinidad como algo que no es un misterio. Pienso que continúa siendo el más
alto y profundo de todos los divinos misterios, a pesar de cualquier cosa que
se haya dicho o concebido acerca de ella. No pretendo explicar la Trinidad. No
obstante, las Escrituras pueden conducirnos con fundamento a decir algo más de
lo que se ha dicho. Hay aún muchas cosas pertinentes a la Trinidad que son incomprensibles.
Me parece a mí que lo que he supuesto aquí relativo a la Trinidad es excesivamente análogo al esquema del Evangelio y concuerda con el tenor completo del Nuevo Testamento, y que abundantemente se ilustra en las doctrinas del Evangelio, como podría ser demostrado en detalle si ello no excediera la extensión de este discurso.
Me parece a mí que lo que he supuesto aquí relativo a la Trinidad es excesivamente análogo al esquema del Evangelio y concuerda con el tenor completo del Nuevo Testamento, y que abundantemente se ilustra en las doctrinas del Evangelio, como podría ser demostrado en detalle si ello no excediera la extensión de este discurso.
Sólo mostraré brevemente que las muchas cosas que
han sido dichas por teólogos ortodoxos sobre la Trinidad, se ilustran aquí.
Aquí vemos cómo el Padre es la fuente de la Divinidad y por qué cuando se habla
sobre Él en las Escrituras, Él es tan amenudo llamado Dios, sin ninguna adición
o distinción. Esto ha conducido a algunos a pensar que Él era verdadera y
esencialmente Dios. Aquí podemos ver el por qué en la economía de las Personas
de la Trinidad , el Padre debe mantener la dignidad de la Deidad, que el Padre
debe tener como Su oficio defender y mantener los derechos de la Deidad y debe
ser Dios no solo por esencia, por así decirlo, para Su oficio práctico.
Aquí se ilustra la doctrina del Espíritu Santo.
Proveniente (de) ambos, del Padre y del Hijo. Aquí vemos cómo es posible que el
Hijo sea Engendrado del Padre, y como el Espíritu Santo proviene del Padre y el
Hijo, y como todas las Personas son Coeternas. Aquí podemos entender más
claramente la igualdad de las personas entre sí y que ellas son en su forma
iguales en la sociedad o familia de los tres.
Son iguales en honor. Además del honor que es
común a todas ellas; concretamente todas ellas son Dios; cada una tiene Su
honor particular en la sociedad o familia. No sólo son iguales en su esencia
sino en el honor del Padre que está en Ellas, quien -por decirlo de algún modo-
es el Autor de la sabiduría perfecta e infinita. El honor del hijo está en que
Él es la sabiduría perfecta y divina; es la excelencia que nace del honor de
ser el autor o generador de ella. El honor del Padre y del Hijo es ese que
ellos son infinitamente excelentes, o que de ellos proviene la infinita
excelencia. No obstante el honor del Espíritu Santo es igual porque Él es esa
misma excelencia divina y belleza
El honor del Padre y del Hijo radica en que ellos
son infinitamente santos y son la fuente de santidad. En tanto que el honor del
Espíritu Santo es la santidad misma. El honor del Padre y del Hijos está en que
ellos son infinitamente felices y son la génesis y la fuente de felicidad, y el
honor del Espíritu Santo es igual puesto que Él es la infinita felicidad y gozo
mismos.
El honor del Padre es que Él es la fuente de la Deidad, de la cual provienen ambas, la sabiduría divina y también la excelencia y la felicidad. El honor del Hijo es igual ya que Él es la sabiduría divina y de Él provienen la excelencia divina y felicidad. Y el honor del Espíritu Santo es igual ya que es la belleza y felicidad de ambas dos otras personas.
El honor del Padre es que Él es la fuente de la Deidad, de la cual provienen ambas, la sabiduría divina y también la excelencia y la felicidad. El honor del Hijo es igual ya que Él es la sabiduría divina y de Él provienen la excelencia divina y felicidad. Y el honor del Espíritu Santo es igual ya que es la belleza y felicidad de ambas dos otras personas.
Por esto, también podemos comprender
completamente la igualdad de la preocupación de cada persona en el trabajo de
la redención, y la igualdad de la preocupación de los redimidos con ellos y su
dependencia de ellos; y la igualdad y el honor y la alabanza debida a cada uno
de ellos. La gloria pertenece al Padre y al Hijo porque ellos amaron tan
profundamente al mundo. La gloria al Padre porque amó tanto que entregó a su
Unigénito Hijo; al Hijo que amó tanto al mundo que se dio Sí mismo.
Sin embargo hay una Gloria similar debida al Espíritu Santo porque es el amor del Padre y del Hijo al mundo. Así tanto como las dos primeras personas se glorifican a Sí mismas al mostrar la sorprendente grandeza de su amor y gracia, así tanto es ese maravilloso amor y gracia glorificados en quien es el Espíritu Santo. Muestran la infinita dignidad y excelencia del Padre que el Hijo, con su precioso y venerado honor y gloria, se haya inclinado infinitamente por debajo de Su deidad que la salvación de los hombres debe ser lesión de ese honor y gloria.
Sin embargo hay una Gloria similar debida al Espíritu Santo porque es el amor del Padre y del Hijo al mundo. Así tanto como las dos primeras personas se glorifican a Sí mismas al mostrar la sorprendente grandeza de su amor y gracia, así tanto es ese maravilloso amor y gracia glorificados en quien es el Espíritu Santo. Muestran la infinita dignidad y excelencia del Padre que el Hijo, con su precioso y venerado honor y gloria, se haya inclinado infinitamente por debajo de Su deidad que la salvación de los hombres debe ser lesión de ese honor y gloria.
Eso mostró la excelencia infinita y el valor del
Hijo y la satisfacción del Padre por Él, que por Su bien estaba preparado para
abandonar Su ira y recibir en su favor a aquellos que merecieron infinito mal
en Sus manos, y lo que se ha hecho muestra cuán grande es la excelencia y valor
del Espíritu Santo. Éste es esa delicia que el Padre y el Hijo tienen el uno
con el otro, que muestra ser infinita. Tan grande como el valor que tiene para
cualquiera de nosotros una cosa deliciosa; así de grande es el valor de esa
delicia y gozo que Él tiene en eso.
Dependemos igualitariamente de cada uno de estos
oficios. El Padre señala y provee al Redentor, quien, -en Sí mismo- acepta el
precio y garantiza la cosa comprada; el Hijo es el Redentor que se ofrece a Sí
mismo y es el precio; y el Espíritu Santo inmediatamente comunica a nosotros la
cosa comprada al comunicarse a Sí mismo. Y Él es la cosa comprada. La suma de
todo es que la cosa que Cristo compró para los hombres es el Espíritu Santo
(Gal 3:13,14 15) “Él fue hecho maldición por
nosotros… para que pudiéramos recibir la promesa del Espíritu por fe”.
Lo que Cristo compró para nosotros fue que
tuviéramos comunión con Dios (lo cual) es Su bien; bien que consiste en tener
comunión con el Espíritu Santo. Como hemos mostrado, toda la bendición del
Redentor consiste en su comunión con la llenura de Cristo, que a su vez es la
comunión con el Espíritu que nos es dado sin medida. El aceite que es derramado
en la cabeza de la Iglesia fluye hacia los miembros de Su cuerpo y a las faldas
de Su vestidura (Sal 133:2)16 . Cristo compró
para nosotros el que tuviéramos el favor de Dios y pudiéramos disfrutar de Su
amor, pero ese amor es el Espíritu Santo.
Cristo compró para nosotros la verdadera
excelencia espiritual, la gracia y la santidad, la suma de lo cual es amar a
Dios, que no es más que el Espíritu Santo habitando en el corazón. Cristo nos
compró el gozo espiritual y la complacencia que están en participar del gozo de
Dios y la felicidad. Júbilo y dicha que están en el Espíritu Santo, como ha
sido mostrado. El Espíritu Santo es la suma de todas las cosas buenas. Las
cosas buenas y el Espíritu Santo son expresiones sinónimas en las Escrituras
(Mat 7:11)17 “Cuánto más el Padre Celestial dará
el Espíritu Santo a aquellos que lo piden”. La suma de todo el bien espiritual,
del cual los finitos tienen en este mundo, es ese remanso de agua viva dentro
de ellos, del que leemos en Juan 4:10 18, y esos
ríos de agua viva fluyen de ellos, como nos indica en Juan 7:38-39 19. Esos ríos significan el Espíritu Santo. La suma de
toda la felicidad en el otro mundo es el río de agua de vida que proviene del
trono de Dios y del Cordero, del cual leemos en Apo. 22:1 20 . Es el Río de los placeres de Dios, y es el
Espíritu Santo; y, por lo tanto, la suma de la invitación del Evangelio para ir
y tomar las aguas de vida (versículo 17) 21.
El Espíritu Santo es la posesión comprada y la
herencia de los santos, … esa pequeña parte de ella que los santos tienen en
este mundo dice ser la señal de esa posesión adquirida. (Efe 1:14 “…de nuestra
herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su
gloria”). Esa señal de la cual tendremos llenura de aquí en adelante (2 Cor
1:22) 22. El Espíritu Santo es el gran objeto de
todas las promesas del evangelio y de ahí que sea llamado el Espíritu de la
promesa (Efe 1:13) 23 . Este es llamado la
promesa del Padre (Luc 24:49) 24 y lo
mismo en otros versículos. (Si el Espíritu Santo es la comprensión de todas las
cosas buenas prometidas en el evangelio, podemos fácilmente ver la fuerza del
argumento del apóstol (Gal 3:2) “Esto sólo quiero saber de vosotros:
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”). Es
así que es de Dios de quien nuestro bien es adquirido y es Dios quien lo compra
y es Dios también la cosa comprada.
De este modo todas nuestras cosas buenas vienen
de Dios y a través de Dios y en Dios, como leemos en Rom 11:36: “Por Él, a
través de Él y en Él (o por medio de Él, como indica 1 Cor 8:6 25) son todas las cosas”. “A Él sea la gloria por
siempre”. Todo nuestro bien está en Dios el Padre, Todo es a través de Dios el
Hijo, y todo es en el Espíritu Santo, como Él es en Sí mismo todo nuestro bien.
Dios es Él mismo la porción y herencia comprada para Su pueblo. Dios es el Alfa
y el Omega en este asunto de la redención.
Si suponemos no más que de lo que acostumbramos
acerca del Espíritu Santo, la preocupación del Espíritu Santo en el trabajo de
la redención no es igual que la del Padre y la del Hijo, tampoco existe igual
parte de gloria en el trabajo que le concierne: simplemente aplicarse a
nosotros, darnos inmediatamente o entregarnos la bendición comprada, después de
que fue comprada, como un subordinado de las otras Dos Personas, porque eso es
una cosa pequeña si comparada a la compra de ella pagando un precio infinito,
como es Cristo ofreciéndose a Sí mismo en sacrifico para procurarla. Y eso es
una pequeña cosa comparada con Dios, el Padre, dando a Su infinitamente amado
Hijo para ser sacrificado por nosotros y tras Su compra, otorgarnos todas las
bendiciones que de ella emanan.
Pero según esto existe una igualdad. Que el
Espíritu Santo sea el amor de Dios al mundo es tanto como el Padre y el Hijo
hagan tanto por amor al mundo, y ser la cosa comprada es tan valioso como ser
el precio pagado por ella. El precio y la cosa comprada a ese precio son
iguales. Y eso es tanto como estar en condiciones de pagar la cosa comprada,
porque la gloria que pertenece a Aquel que paga la cosa comprada surge del
valor de la cosa que compra y, en consecuencia, es la misma gloria. La gloria
de la cosa misma es su propio valor y es también la gloria de Aquel que la
pagó.
En la creación existen dos representaciones de la
Trinidad que son más excepcionales y asombrosas. Una es la creación espiritual,
el alma del hombre. Existe la mente, y el conocimiento o idea, y el espíritu de
la mente como es llamado en las Escrituras. Por ejemplo, la disposición, la
voluntad o afecto. La otra es la creación visible, por ejemplo, el sol. El
padre es como la sustancia del sol (por sustancia no me refiero al sentido
filosófico, sino al Sol en su constitución interna). El Hijo es como el brillo
y la gloria del círculo del sol, o esa brillosa y gloriosa forma que se
presenta ante nuestros ojos. El Espíritu Santo es la acción del sol, que está
dentro del sol en su calor interno, y siendo difuso, alumbra, calienta, da vida
y conforta al mundo. El Espíritu, como es el amor infinito de Dios hacia Sí
mismo y felicidad en Sí mismo, es el calor interno del sol, que es la forma en
que Dios se comunica a Si mismo, como la irradiación de la acción del sol o los
rayos emitidos del sol.
Las varias clases de rayos solares y sus hermosos
colores representan bien al Espíritu. Representan bien el amor y la gracia de
Dios, y fueron hechos para este propósito, como en el arco iris después de la
lluvia, y supongo también en el arco iris que vio Ezequiel alrededor del trono
(Eze 1:28 26, Apo. 4:3 27)
y el círculo sobre la cabeza de Cristo que vio Juan (Apo. 10:1 28), o la afable excelencia de Dios y las varias
hermosas gracias y virtudes del Espíritu. Esos hermosos colores de los rayos
del sol fueron usados en las Escrituras para este objetivo, a saber, para
representar las gracias del Espíritu, como en Sal 68:13 “Bien que fuisteis
echados entre los tiestos, seréis como alas de paloma cubiertas de plata, Y sus
plumas con amarillez de oro”, por ejemplo, como la luz reflectada en varios
hermosos colores de las plumas de una paloma, colores que representan las
gracias de la Paloma Celestial.
Lo mismo, supongo, se puede decir de los varios
hermosos colores reflectados de las preciosas piedras de pechera y esos
ornamentos espirituales de la Iglesia que son representados por los varios
colores de la fundación y puertas de la nueva Jerusalén (Apo. 21:10,11 29, Isa 54:11 30, etc.)
y las piedras del Templo (1 Cro 29:2 31). Creo
que la variedad que existe en los rayos del sol y sus hermosos colores fue
diseñada por el Creador con este propósito y en verdad la creación visible
completa, que no es más que la sombra del ser así hecho y ordenado por Dios, es
para tipificar y representar las cosas espirituales, para las cuales podría dar
muchas razones. (No propongo esto meramente como una hipótesis sino como una
parte de la Verdad divina suficiente y completamente establecida por la
revelación que Dios ha hecho en las Sagradas Escrituras).
Soy sensible a las objeciones que muchos están listos a realizar en contra de lo que he dicho, a las dificultades que pueden ser inmediatamente enunciadas: ¿Cómo puede ser esto? ¡Y Cómo esto es verdad!
Soy sensible a las objeciones que muchos están listos a realizar en contra de lo que he dicho, a las dificultades que pueden ser inmediatamente enunciadas: ¿Cómo puede ser esto? ¡Y Cómo esto es verdad!
Estoy lejos de enfrentar esto como una
explicación cualquiera a este misterio – que se despliega y renueva – y su
enigma y su incomprensibilidad. Sin embargo, porque soy sensible a todo lo que
se ha dicho, es que algunas dificultades disminuyen y otras nuevas aparecen y
se aumenta el número de esas cosas que parecen misteriosas, maravillosas e
incomprensibles. Ofrezco esta explicación sólo como una manifestación más de la
verdad divina que la Palabra de Dios exhibe a la vista de nuestras mentes
referente a este gran misterio.
Pienso que la Palabra de Dios nos enseña muchas
más cosas relativas a este misterio a las que debemos creer, más de lo que
generalmente se ha creído, y que ellas muestran muchas cosas concernientes a la
excesiva (por ejemplo, más) gloria y maravilla de la que se haya tomado
consideración, y sin duda, éstas revelan o muestran muchos más maravillosos
misterios de los que se haya tomado nota; cuyos misterios han sido
sobrevalorados y son cosas incomprensibles y aun así han sido mostrados en la
Palabra de Dios. Ellos son una adición al número de misterios que están
contenidos en ella. No es de asombrarse que mientras más cosas nos digan en
relación a esto -que están infinitamente por sobre nuestro alcance- en la misma
medida se incremente el número de misterios visibles.
Cuando le decimos a un niño un poco de Dios, ese
niño no tiene ni una centésima parte de los muchos misterios en vista de la
naturaleza y atributos de Dios y Sus obras en la creación y la Providencia
(como ese del que se habla tanto relativo a Dios en la Escuela Dominical), y,
sin embargo, ese niño sabrá mucho más de Dios y tendrá un entendimiento más
claro de las cosas de la divinidad y será capaz de explicar claramente algunas
cosas que eran oscuras e incomprensibles para él. Humildemente comprendo que
las cosas que han sido observadas aumenta el número de misterios visibles de la
divinidad, porque a través de ellas percibimos que Dios nos ha dicho mucho
sobre esto, más de lo que generalmente hemos visto.
A la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento no se
le enseñó sobre mucho sobre la Trinidad como se enseña hoy. No obstante lo que
el Nuevo Testamento ha revelado, una visión más abierta de la naturaleza de
Dios, esto ha incrementado el número de misterios visibles y, de este modo,
éstos nos parecen excesivamente maravillosos e incomprensibles. En la Iglesia
neo-testamentaria se enseña más sobre la encarnación y la satisfacción de
Cristo y otras doctrinas evangelistas.
Y esto es no sólo en las cosas divinas sino en las cosas naturales. Aquel que mira una planta, o las partes de un cuerpo animal, o cualquier otra obra de la naturaleza, a una gran distancia donde no tiene sino una oscura visión de éstas, puede ver algo maravilloso que está más allá de su comprensión en ellos. No obstante, si se acerca y los ve con atención verdaderamente entiende más de ellos, tiene una visión más clara y distintiva de ellos, y aun así el número de cosas que descubre en ellos son mucho más maravillosas y misteriosas que antes. Si las observa a través del microscopio, el número de maravillas que ve es aún mayor porque el microscopio le entrega un conocimiento más acabado de ellos.
Y esto es no sólo en las cosas divinas sino en las cosas naturales. Aquel que mira una planta, o las partes de un cuerpo animal, o cualquier otra obra de la naturaleza, a una gran distancia donde no tiene sino una oscura visión de éstas, puede ver algo maravilloso que está más allá de su comprensión en ellos. No obstante, si se acerca y los ve con atención verdaderamente entiende más de ellos, tiene una visión más clara y distintiva de ellos, y aun así el número de cosas que descubre en ellos son mucho más maravillosas y misteriosas que antes. Si las observa a través del microscopio, el número de maravillas que ve es aún mayor porque el microscopio le entrega un conocimiento más acabado de ellos.
Nunca se dice que Dios ame al Espíritu Santo
tampoco hay calificativos que anuncien que el amor sea dado a Él, como las
muchas cosas que se atribuyen al Hijo: como el Elegido de Dios, el Amado, Aquel
en que el alma de Dios se deleita, Aquel en que Dios se complace, etc. Tales
calificativos parecen estar adscritos al Hijo como si fuera el objeto de amor
exclusivo de todas las otras personas; como si no hubiera otra persona con
quien compartir el amor del Padre con el Hijo. Por esto, evidentemente, es
llamado el Unigénito Hijo de Dios al mismo tiempo que se agrega “en Quien Dios
se complace”. No existe nada en las Escrituras que hable de aceptación alguna
del Espíritu Santo, o de alguna recompensa o amistad mutua entre el Espíritu
Santo y cualquiera de las otras Personas de la Trinidad, o de algún mandato que
nos impulse a amar al Espíritu Santo, o a deleitarse o tener complacencia en
Él; aun cuando esos mandatos son frecuentes respecto de las otras Dos Personas
de la Trinidad.
Ese conocimiento o entendimiento en Dios que
debemos concebir primero es Su conocimiento de que todo es posible. Ese amor
que debe ser este conocimiento, es el que nosotros debemos concebir como
perteneciente a la esencia de la deidad en su primera existencia. Luego viene
un acto reflejo de conocimiento y Su visión de Sí mismo, y conociéndose a Si
mismo viene el conocimiento de Su propio conocimiento y de ahí el Hijo
Unigénito. En Dios existe el conocimiento del conocimiento, una idea de una
idea, que no puede ser otra cosa más que la idea o conocimiento repetido.
El mundo fue hecho especialmente para el Hijo de
Dios. Porque Dios hizo el mundo como el fruto del amor a Sí mismo, Dios se ama
a Sí mismo en un acto reflejo. Se ve a Sí mismo y así Se ama a Sí mismo. Hizo
el mundo para Sí mismo, visto y reflejado. Y eso es lo mismo con Si mismo
repetido o unigénito con Su propia idea. Y eso es Su hijo. Cuando Dios
considera hacer cualquier cosa para Sí mismo, se presenta Él ante Sí mismo y se
ve a Sí mismo como Su fin. Y ese verse a Sí mismo es lo mismo que reflejarse El
mismo o tener una idea de Sí mismo. Y hacer el mundo para la deidad, así vista
y entendida, es hacer el mundo para la deidad unigénita; es hacer el mundo para
el Hijo de Dios.
El amor de Dios, en su fluir hacia afuera ad
extra, es completamente determinado y dirigido por la sabiduría Divina, de
forma que aquellos que lo reciben son sólo los objetos que la sabiduría Divina
escoge. La creación del mundo es para gratificar al amor divino y es ejercitada
por la sabiduría divina en su totalidad. Cristo es la sabiduría divina. El
mundo fue creado para gratificar el amor divino a través de Cristo, o para
gratificar el amor que está en el corazón de Cristo, o para proveer una esposa
para Cristo. Esas criaturas que la sabiduría escoge como objeto del Amor Divino
———————-
Notas al pie
1. Jonathan Edwards (5 de octubre de 1703 – 22 de marzo de 1758) Fue un teólogo, pastor
congregacional y misionero
para los nativo americanos durante la época colonial. Es conocido como uno de
los más grandes y profundos teólogos protestantes en la historia de los Estados Unidos. Su obra
tiene un alcance muy amplio, pero suele ser a menudo asociada con su defensa de
la teología calvinista y
el patrimonio puritano.
2. Exodo 33:14: Y él dijo: Mi
presencia irá contigo, y te daré descanso.
3. Isaías 63:9 En toda angustia de ellos él
fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia
los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.
4. 1 Cor 1:24: Mas para los llamados, así judíos
como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
5. Lucas 11:49 por eso la sabiduría de Dios
también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a
otros perseguirán.
6. Mateo 23:34 Por tanto, he aquí yo os envío
profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a
otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad.
7. Prov. 8:30 Con él estaba yo ordenándolo
todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo
tiempo.
8. Juan 4:14 Mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna.
9. Juan 7:38-39 El que
cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo
del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había
venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
10. Apo.
21:23-24 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en
ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren
sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su
gloria y honor a ella.
11. Apo. 22:1-5Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba
el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las
hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en
ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no
tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los
iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
12. Rom. 5:5 y la esperanza no avergüenza;
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado.
13. Sal 36:8 Serán completamente saciados de la
grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.
14. Juan 14: 21, 23 El
que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me
ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 23 Respondió Jesús y le dijo: El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada con él.
15. Gal 3:13,14 13 Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero, 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
16. Sal 133:2 Es como el buen óleo sobre la
cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el
borde de sus vestiduras.
17. Mat 7:11 Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está
en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
18. Jn 4:10 Respondió Jesús
y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de
beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
19. Jn 7:38-39 38 El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que
habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu
Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
20. Apo 22:1 Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero.
21. Apo 22:17 Y el Espíritu y la Esposa
dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
22. 2 Cor 1:11 el cual también nos
ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
23. Efe 1:13 En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.
24. Luc 24:49 He aquí, yo enviaré la promesa
de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
25. 1 Cor 8:6 para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el
Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor,
Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.
26. Eze 1:28 Como parece el
arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del
resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de
Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que
hablaba.
27. Apo 4:3 Y el aspecto del que
estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había
alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
28. Apo 10:1 Vi descender del
cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su
cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
29. Apo 21: 10-11 Y me llevó
en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de
Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
30. Isa 54:11 Pobrecita, fatigada con tempestad,
sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre
zafiros te fundaré.
31. 1 Cro 29:2 Yo con todas mis
fuerzas he preparado para la casa de mi Dios, oro para las cosas de oro, plata
para las cosas de plata, bronce para las de bronce, hierro para las de hierro,
y madera para las de madera; y piedras de ónice, piedras preciosas, piedras
negras, piedras de diversos colores, y toda clase de piedras preciosas, y
piedras de mármol en abundancia.
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